EL DUELO TERAPÉUTICO

27.02.2024

Como seres humanos desarrollamos vínculos con personas, animales, experiencias o cosas, y que cuando las perdemos, nos generan un dolor que si no procesamos adecuadamente como parte de la vida y de nuestra madurez frente a ella, van a mantenernos en el sufrimiento pudiendo incluso llevarnos a caer en una profunda depresión o bien puede operar desde el subconsciente, como mecanismo de defensa, que nos mantiene alejado de ese sufrimiento y que, en consecuencia, limita nuestro funcionamiento frente a la vida y, especialmente, a abrirnos a nuevas experiencias similares.

Se puede necesitar hacer un duelo por un trabajo que se ha perdido o ha cambiado, por una mascota que se ha ido, por una casa que se ha dejado atrás, una funcionalidad del cuerpo que hemos perdido, un lugar donde se vivió en el pasado, una adicción que nos cuesta superar del todo, unas experiencias pasadas que se añoran, una amistad que se ha perdido, un padre que vive en nuestra mente y que queremos liberarnos de él, un ser querido que ha partido, o cualquier otro vínculo importante que ha cambiado o que se ha perdido.

El duelo consta de 3 etapas, cada una con sus diferentes fases. La primera es la etapa cognitiva (o más mental, de pensar, de procesar mentalmente) y luego la emocional (de sentir y de darse permiso para expresar las emociones asociadas), para finalmente hacer una integración de ambas en el cierre. También pueden darse "re-procesos", idas y venidas, hasta que las emociones se van asentando y avanzando hacia la superación del duelo.

Las Fases del Duelo

Normalmente, lo primero que hacemos ante una pérdida importante, es negarla, no aceptando o no creyendo que aquello ha ocurrido. La Fase de Negación es un mecanismo de defensa de la mente, que nos permite amortiguar y vivir poco a poco el dolor de enfrentarnos a la nueva situación producto de la pérdida que hemos sufrido. Puede incluso darse que la persona actúe como si nada hubiese ocurrido, de manera de que la persona siente que su vida transcurre de igual manera, sin cambios.

Hay personas que pueden pasar por esta fase de Negación o no. Lo normal es comenzar en la fase de negación, pero depende también de la situación que se trate y los recursos emocionales que tiene la persona afectada.

Luego debiéramos, de manera natural, pasar (o comenzar desde aquí el duelo) a la Fase de Racionalización. En ésta fase razonamos acerca de cómo ocurrió, por qué ocurrió. Es la explicación racional de la pérdida (me dejó, se murió porque ocurrió tal cosa, etc.) que a veces necesitamos para asumir que la realidad de que esa persona, mascota, cosa material o situación, ya no está más en nuestra vida. No es la aceptación emocional de la situación sino la aceptación racional o cognitiva.

En la Fase de Expresión de la Rabia, nos permitimos conectar con esa rabia que debemos tener dentro y que nos genera la frustración de no contar con esa persona o vínculo nunca más. Esta expresión de la rabia se debe hacer con toda libertad, gritando, insultando (si es eso lo que surge), liberando la rabia de cualquier manera que no nos haga daño ni a nosotros ni a nadie, ni a nada que no esté pensado para ello. Podemos salir a correr hasta caer extenuados, o golpear un cojín, o cualquier dinámica que nos permita expresar esa rabia que nos produce la situación. Es importante hacer esto de una manera segura, en un espacio seguro, para no hacer ni hacernos daño. También es válido hacerlo en una conversación con alguien significativo. No se trata de intensidad sino de profundidad, conectando con esa rabia y sintiéndola, para expresarla, a través del cuerpo o sencillamente a través de las palabras ("me da mucha rabia…"). Podemos maldecir la situación o a la persona por habernos dejado, si es eso lo que surge. La idea es soltar esa emoción que puede llegar a generarnos daño o limitaciones, si se llega a enquistar en nuestra mente.

Una vez vaciados de la rabia, debiéramos, de manera natural, pasar a la Fase de Expresión del Miedo, en la que conectamos con el miedo que nos genera no contar más con el objeto del duelo. Podemos haber perdido a una persona en la que nos hemos apoyado o incluso dependido, o algún bien que nos ha dado seguridad y protección, o tranquilidad y diversión. La pérdida del vínculo puede generar mucha incertidumbre y miedo ante el futuro, porque pensamos que no seremos capaces de salir adelante, de seguir viviendo sin aquello que hemos perdido. En esta fase es necesario conectar con ese miedo y expresarlo abiertamente y con sinceridad, de manera de vaciarnos de él para seguir avanzando con el duelo y con nuestra vida.

Después de haber procesado la rabia y el miedo, debiéramos conectar con la tristeza que produce la pérdida que hemos sufrido. En la Fase de Expresión de la Tristeza debemos conectar y expresar toda esa tristeza que estamos sintiendo como última fase de expresión emocional. Puede ser que los sentimientos y las emociones estén revueltas o mezcladas, y está bien que sea así. Debemos expresarlas todas, conectar y tomarnos el tiempo de vaciarnos de cada una de ellas.

Una vez liberadas las emociones que nos despierta la pérdida, estaríamos en la Fase de Aceptación Emocional, en la que esas emociones se han normalizado y estamos en un estado de calma interior que nos permite pasar a las fases siguientes del duelo, con sentimientos menos intensos, pero no menos profundos ni menos importantes.

Habiendo completado la aceptación emocional de la pérdida, pasaremos a la Fase de Perdón, en la que perdonamos a quién nos ha dejado, por haberlo hecho y por todas las cosas aquellas que tenemos que perdonarle. También nos perdonamos a nosotros mismos si tuviésemos que hacerlo por cosas que hicimos a la persona o al objeto del duelo que hemos perdido. Es un ejercicio para ajustar cuentas con la persona que hemos perdido, no dejando nada pendiente con esa persona u objeto del duelo. Ese perdón debe ser honesto, sincero y profundo. Sin este perdón, el duelo no está del todo completo. Si creemos que no estamos aún preparados para este perdón, debemos ser conscientes de que el duelo no estará del todo completo y que alguna emoción de resentimiento asociada al objeto del duelo, rondará por nuestro subconsciente y operará desde allí en nuestra vida, con mayor o menor intensidad e influencia dependiendo de la situación. Debemos ser conscientes de ello para darle cabida a procesar nuevamente el duelo, cuando así lo consideramos.

Luego de haber perdonado, pasaremos a la Fase de Gratitud, en la que agradecemos, de corazón, a la persona u objeto del duelo, que hemos perdido, por todo aquello positivo que nos trajo a nuestra vida. Agradecemos por haber tenido esa relación o vínculo con el objeto del duelo. Esta fase es muy importante, porque en este agradecimiento se concentran o reflejan todas las demás fases, especialmente la fase del perdón. Sin haber liberado todas las emociones asociadas al duelo, no podríamos conectar con la gratitud. La gratitud es aquella emoción de paz y armonía, que perdurará en nuestros corazones en relación con el objeto del duelo.

Por último, estaremos preparados para la Fase de Nuevos Apegos. En esta fase, debemos plantearnos qué nuevas relaciones queremos tener en nuestras vidas, a qué nos abrimos y a qué no. Esta fase resume y transforma el duelo y en especial la relación con el objeto del duelo, en un aprendizaje. En esta fase, ponemos la energía que hemos dejado disponible al hacer el duelo, en aquellas cosas que queremos que ocurran en nuestra vida, en lugar de gastarla en lamentar el pasado que ya se ha ido.

Un duelo, si se aborda adecuadamente, puede tardar desde pocas semanas a unos meses. Si no, un duelo puede durar años o incluso toda una vida, con la consiguiente carga emocional y a veces incluso con daño psicológico para la persona afectada.

Lo más efectivo es acudir a un terapeuta para procesar un duelo, aunque una persona también puede realizar el duelo por sí misma, dependiendo de cuán familiarizada esté con la expresión de sus emociones y cuán bien se le den los diálogos internos y las reflexiones. El acudir a terapia asegura a la persona que pueda ahondar sobre aquellos aspectos que necesitan más procesamiento, por lo que puede haber detrás de ellos (apegos, heridas sin sanar, etc.). O puede que la persona necesite ser reconfortada, en cuyo caso acudir a un terapeuta, sería lo más indicado, así como cuando hay muchas resistencias en la liberación de las emociones.

Un duelo no procesado, o no procesado adecuadamente, genera dolor cuando el vínculo perdido viene a nuestra memoria, o incluso puede interferir en nuestras nuevas relaciones en el caso de una pareja o relación perdida. Un duelo no procesado de una migración, puede mantenernos sin vivir el presente de una nueva vida en un país o ciudad diferente y sin poder entregarnos a la nueva experiencia con plenitud, aprovechando lo mejor que ella pueda brindarnos. El duelo no procesado de un despido, puede generarnos una gran inseguridad en nuevos trabajos. La añoranza constante de tiempos pasados, genera un sufrimiento que puede transformarse en gratitud y en un buen recuerdo, si su duelo se procesa adecuadamente.

Es importante procesar el duelo en el tiempo que este lo requiera, sin apresurar la asimilación de las emociones y volviendo atrás si es necesario, para vaciarnos del todo y estar realmente preparados para volver a vincularnos nuevamente.

Consulta a un Terapeuta para realizar tus duelos o recomiéndaselo a tus amigos y conocidos que estén en esa situación. Puede ser un proceso rápido de pocas sesiones, centrado en hablar de ello con un especialista y liberar las emociones en un espacio protegido, sin juicios ni censura, lo cual te reportará mucho beneficio.

Si quieres ver o seguir una pauta para procesar un duelo, mira el artículo "PAUTA PARA REALIZAR UN DUELO TERAPÉUTICO".

JUAN RIQUELME - TERAPEUTA COUNSELOR - PSICOTERAPIA HUMANISTA INTEGRATIVA
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