ACEPTAR NUESTRO PROCESO DE VIDA

29.01.2025

En psicología esto es ACEPTACIÓN, sin más. Aceptación de lo que uno es, y de lo que nos sucede, y asumir responsabilidades, ya que quedarnos en el victimismo, no nos permite evolucionar ni crecer.

No obstante, a mi entender, este tema se roza con la espiritualidad. Para mí, la espiritualidad y la psicología, convergen. Ambas apuntan a lo mismo: descubrir y desplegar todo el potencial que tiene ese ser genuino que hay en nosotros, y que está cubierto por capas de adoctrinamientos (crianza, educación), así como de Karmas y herencias ancestrales (y de otras vidas).

Por lo tanto, la Aceptación, no podemos abordarla sin tocar ambos aspectos, la psicología de nuestra mente, y nuestra espiritualidad.

La psicología (o psicoterapia más bien), aunque sea de una de sus ramas más evolucionada, que sería la Humanista (aunque también está la Psicología Transpersonal, que sí integra la espiritualidad directamente, pero que aún no consigue demasiado respaldo del sistema académico ni menos del sanitario), se focaliza más en los procesos mentales, aunque acepta las consecuencias (en la personalidad de la persona) de las influencias del mundo espiritual, pero no los aborda.

Es bien dicho en el ámbito de la espiritualidad, que "TODO ESTÁ BIEN", "TODO ES POR ALGO", o "TODO ES PERFECTO", aunque sea todo calamidades, porque se entiende que son las experiencias de vida que necesitamos tener como Alma, para nuestro crecimiento y evolución. Eso suena muy bien y es muy fácil escribirlo (o decirlo), pero otra cosa es aceptarlo. Y culpamos a todo lo que podamos para aplacar un poco nuestro dolor. Pero no miramos dentro de nosotros mismos. Y esa mirada hacia dentro, puede estar apoyada por la psicología/psicoterapia.

Esa mirada hacia adentro, de aceptación de la vida, comienza con nuestra propia aceptación, de que somos como somos y no como creemos que somos (o queremos ser). Pues somos todos imperfectos, maravillosamente imperfectos, por que ahí está el camino de la vida, para llegar a ese Ser imperfecto que es genuino, que se esconde bajo capas de disfraces y máscaras, que nos han servido mucho en la vida, pero que, en nuestra vida adulta, tal vez ya no lo necesitamos, y nos está bloqueando nuestra evolución.

Esa mirada hacia adentro pasa por ser consciente de todo lo que somos. Llama la atención que cuando nos describimos, normalmente lo hacemos desde ese ser idealizado que queremos ser. Por ejemplo: "No… yo soy muy tolerante, muy carismático, muy positivo, muy colaborador, muy esto y lo otro…", pero en realidad, a veces, según la circunstancia que sea, también podemos ser gruñones, intolerantes, parcos y desagradables. Entonces, quienes somos realmente?. El carismático y tolerante o el parco y gruñón?. Pues los dos, somos todo eso. Y es importante tenerlo claro, porque eso apunta directamente a nuestra aceptación de nosotros mismos. Y aceptarnos a nosotros mismos es amarnos, y eso nos lleva a la aceptación de los demás, y eso nos lleva al amor, al amor hacia nosotros mismos y, hacia los demás, que es a lo que aspiramos tanto desde la psicología, como obviamente desde la espiritualidad. Vivir en el amor. Claro, se dice fácil, pero obviamente, no lo es.

Entonces, la aceptación de las vidas que nos han tocado, pasa por aceptarnos a nosotros mismos y con ello a las consecuencias de nuestros actos, conscientes o inconscientes, y las condiciones del entorno de vida en el cual nos ha tocado vivir.

Desde la psicología, para aceptar la vida que "nos ha tocado", hay que trabajar sobre los pilares, la autoaceptación. Y cuando hablamos de autoaceptación, hablamos de autoestima. Y qué es la autoestima?. La autoestima no es pensar que somos los mejores en tal o cual, los más altos, los más guapos o los más inteligentes. Tener una autoestima sana es, primero que nada, conocernos a nosotros mismos, saber quienes somos y cómo somos, ese carismático y tolerante, así como ese gruñón inflexible (y a veces también "borde"). Y, en segundo lugar, aceptarnos, y amarnos. La autoestima se construye desde nuestra primera infancia, con el amor de nuestro cuidador principal (normalmente nuestra madre), desde lo más básico como puede ser atender nuestras necesidades de alimentación, higiene, y cariño… Pero si ese amor fue limitado, distorsionado, manipulativo, condicionado, o hubo otras agravantes en el sistema familiar de crecimiento, nuestra autoestima puede resultar fuertemente dañada. Y será un trabajo que puede llevarnos una buena parte de nuestras vidas, el repararla.

No obstante, aunque aún estemos en el camino de sanar nuestra autoestima, podemos avanzar en la aceptación de nuestra vida, solo que hay que tener claro y ser conscientes, de que la aceptación de nuestra vida será más potente, mientras mejor esté nuestra autoestima.

Una autoestima sana no es alguien que no se deja atropellar y que tiene mucho carácter a la hora de defenderse y posicionarse frente a los demás. La autoestima sana nos debe tener en un estado de serenidad en el que no nos importa la opinión de los demás, pero desde dentro, no con desprecio hacia los demás ni de los dientes para afuera... Hay una frase: "daño no lo hace el que quiere, sino el que puede". Aunque una persona quiera dañarnos, lo hará si somos vulnerables a ello. Una autoestima sana, debiera estar por sobre eso. Pero claro, nuestro ego pataleará. Ese ego que hemos desarrollado en nuestra crianza y en un entorno social con unos valores humanos muy trastocados, en el que nos enseñan a "defendernos", a no dejarnos pisotear, a competir y ganar, etc. etc.

El trabajo en psicoterapia con la autoestima, por supuesto que aborda la "domesticación" de ese Ego. El ego es importante y es necesario, pero nosotros tenemos que controlar a nuestro ego, no él a nosotros. El ego es básicamente un programa de sobrevivencia, construido sobre conceptos distorsionados de la vida. El ego nos ayuda a liderar cuando es necesario, o a defendernos de un ataque en donde nuestra supervivencia se ve amenazada por otra persona. Suena exagerado, pero es que lo es, porque es un instinto muy primitivo con el que contamos y que nos asegura nuestra supervivencia en un entorno social.

La vida debiera ser un balance de todo. Las polaridades no son sanas y generan conflictos, internos y externos. Y los conflictos (emocionales), pueden derivar en enfermedades, si son persistentes y profundos. El balance es bueno, es necesario, y es sano. Asegura nuestro equilibrio y desarrolla nuestra capacidad de adaptación a diferentes situaciones. Y esta habilidad, nos ayudará también en el proceso de aceptación de lo que nos toca vivir.

A veces, lo que nos toca vivir esconde carencias nuestras, como puede ser una dependencia emocional. A veces no aceptamos una pérdida o un rechazo, porque tenemos una dependencia emocional que resolver.

Es importante comentar también, que cada uno tiene su propio camino en la vida. Esto es muy relevante a la hora de ser padres, incluso en situaciones en las que nuestros hijos sufren o padecen enfermedades o dificultades en la vida. Es difícil entender que esto sea así, y es muy difícil aceptarlo, ya que queremos lo mejor para nuestros hijos y hacemos nuestro su sufrimiento. Pero en estos casos, en los que nos volcamos a ayudarles, a contenerles, a cuidarles, a protegerles, debemos ser conscientes de los límites de lo que debemos hacer, entendiendo lo antes dicho, que ellos también tienen su camino, y sus aprendizajes de vida.

Lamentablemente el ser humano (en general) no aprende de los errores ajenos, sino de las experiencias propias. Y ellos, nuestros hijos, también deben tenerlas, así como las tuvimos nosotros.

Asimismo, debemos aceptar las diferencias con los demás. No podemos pretender que todos sean iguales a nosotros o piensen o hagan como nosotros. Cada uno viene de unos orígenes diferentes, con una biografía diferente y por ende, con un entendimiento de la vida, una manera de pensar y unos comportamientos que pueden ser diferentes a los nuestros. El no aceptar a los demás, con sus diferencias, habla de que no aceptamos aspectos de nosotros mismos reflejados en esas diferencias con los demás. Los demás actúan solo como espejo de nuestros conflictos internos.

Hablando de aceptación de pérdidas, existe lo que se llama el duelo. El duelo es el proceso de aceptación de cualquier tipo de pérdida, ya sea humana, animal o material. Una psicoterapia puede estar centrada en este único aspecto, pero probablemente surjan otros aspectos que dificulten el proceso del duelo y que debiéramos abordar para liberarnos de las limitaciones que eso nos supone, como podría ser una falta de madurez emocional en algún ámbito de nuestra vida.

Solo para dar una idea general, podemos comentar que un duelo consta de varias fases: negación/racionalización, expresión de emociones (rabia, miedo, tristeza), aceptación emocional, perdón, gratitud y nuevos apegos. La idea es liberarnos de todas las emociones guardadas que puedan interferir negativamente en una nueva experiencia del mismo tipo de vínculo del perdido. La psicoterapia es una herramienta muy certera a la hora de abordar duelos. Un duelo bien realizado puede superarse en pocos meses. Una duelo mal o no superado, puede acompañarnos por años o incluso toda la vida, con las consecuencias limitantes que ello supone.

A la hora de aceptar nuestras vidas, también podemos verlo como la necesidad de realizar un duelo. Por ejemplo, en la aceptación de una enfermedad, si hacemos el duelo de la vida que teníamos antes de esa enfermedad, haremos el proceso de aceptación como parte del proceso del duelo.

Aceptar no significa renunciar. Aceptar significa rendirse y entregarse a la vida. Aceptar que no controlamos casi nada (o nada) y rendirnos a ello. Y puede que la vida, solo con cambiar nuestra actitud frente al problema, nos regale la solución del mismo. A veces es tan simple como eso: soltar. Cuando soltamos, lo dejamos en las manos de la vida. Y la vida nos llevará por donde debamos ir.

Para no confundirnos, hablamos de aceptar, cuando nos referimos a aceptar aquellos aspectos de la vida que no podemos resolver. Y si no podemos resolverlos, que sentido tiene seguir luchando?. A lo mejor hay que hacer un cambio de enfoque, un cambio de estrategia, pero si aún así no conseguimos cambiarlo, igual debemos plantearnos el soltar (aceptar), teniendo la consciencia tranquila de que hemos hecho todo lo que hemos podido.

El no aceptar situaciones con carga emocional, conlleva mucho desgaste emocional. Y el desgaste emocional, tarde o temprano, tendrá un alto impacto en nuestra salud. No debemos olvidar nuestro autocuidado, poniendo límites adecuados.

Acabo este artículo citando al Dalai Lama: "Acepta. No es resignación, pero nada te hace perder más energía que el resistir y pelear con una situación que no puedes cambiar". 


Espero que este artículo te haya gustado y que te haya servido para al menos ir poniendo consciencia a tu proceso vital, que es el primer gran paso para generar el cambio: ser conscientes. Si quieres ahondar más sobre esto o si simplemente quieres dejarme tus comentarios, escríbeme a juan.riquelme.terapeuta@gmail.com.

JUAN RIQUELME - TERAPEUTA COUNSELOR - PSICOTERAPIA HUMANISTA INTEGRATIVA
Creado con Webnode
¡Crea tu página web gratis!